Es posible que sepas de la importancia de eliminar las células muertas para renovar la dermis, pero ¿tienes claro qué clases de procedimientos existen? Para ayudarte, hoy vamos a analizar qué es el exfoliante químico y en qué se diferencia del mecánico, para que descubras cuál se adapta más a ti.
Conocer a fondo las necesidades de tu piel es la mejor manera de dar con los tratamientos adecuados para cuidarla como se merece, sobre todo cuando estamos hablando de métodos tan abrasivos con este.
Porque, aunque una buena exfoliación tiene multitud de beneficios, también puede dañar nuestro cuerpo si no vamos con cuidado. Ese es el motivo de que debas conocer bien cómo actúa cada técnica, ya que solo así lograrás una limpieza adecuada sin ningún tipo de peligro.
Sobre la exfoliación y sus beneficios
La exfoliación es un tratamiento cutáneo que ayuda a limpiar y a renovar debido a que actúa directamente sobre las diferentes partes de la epidermis, que es la capa exterior de la piel y, por tanto, la que se ve más afectada por diversos factores, en especial los externos.
En concreto, consigue eliminar las células muertas, al mismo tiempo que libera los poros y acaba con cualquier tipo de partícula de suciedad (de polvo, polución, polen o sebo) acumulada, que son las que le dan un aspecto envejecido, arrugado y sin brillo al rostro.
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Lo mejor es que también fomenta la propia renovación cutánea, haciendo que surjan nuevas células que nacen en las capas interiores y salen después al exterior, haciendo que nuestra piel adopte un aspecto más sano, joven y reluciente.
¿Por qué es tan importante?
Si la exfoliación es tan interesante como necesaria es porque gracias a su método de actuación consigue ofrecernos unos resultados tan excelentes como diversos. El primero de ellos es, por supuesto, que logra una limpieza a fondo que deja la piel como nueva.
Esto hace que las células muertas y la suciedad de cualquier tipo desaparezcan, como ya hemos comentado, pero también logra reducir el exceso de sebo. Por ello, es muy beneficiosa para combatir el acné y para ayudar a aquellas pieles grasas.
Además, al hacer que surja una nueva capa de dermis completamente renovada, las manchas desaparecen, las arrugas se reducen y se suaviza el aspecto tanto de la celulitis como de las estrías. Es decir, que elimina o disminuye la presencia de cualquier tipo de marca u hoyuelo.
A su vez, todo esto evita que se nos queden pelitos enquistados y facilita mucho la depilación, que será menos molesta.
Encima, la exfoliación reactiva la circulación y logra estimular el sistema linfático, de manera que el cuerpo funcionará correctamente y que la piel estará nutrida a la perfección en todo momento.
Por último, esta combinación de factores permite que el resto de productos cosméticos que apliquemos a continuación puedan penetrar más a fondo en la dermis, por lo que podrán desatar al máximo sus beneficios y ser mucho más eficaces.
Por ello, las pieles secas se beneficiarán de este detalle para lograr una mejor hidratación.
¿Qué tipos de exfoliantes hay?
De forma resumida, existen dos tipos principales de exfoliantes: los físicos y los químicos. De los segundos hablaremos ahora, pero de los primeros podemos decir que son los que actúan mediante partículas de diferente grosor, que son las que eliminan la suciedad.
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También denominados mecánicos precisamente por la manera que tienen de actuar, son los que encontramos habitualmente en cremas, mascarillas o geles.
Debido a su nivel de exfoliación y a que es necesario “arrastrarlos” por la piel, son estupendos para quienes tienen problemas de sebo, pero pueden ser excesivos para dermis sensibles.
Luego, dependiendo de la manera de aplicarlos, podemos extenderlos simplemente de las manos o ayudarnos de herramientas como los guantes o esponjas exfoliantes, que por sí mismas ya son capaces de arrastrar las células muertas, o los cepillos, que ayudan a mejorar los resultados.
Todo acerca de los exfoliantes químicos
Centrándonos ya en el eje central de este artículo, primero hay que aclarar que los exfoliantes químicos funcionan mediante ácidos naturales (siendo los más frecuentes el fenol y el ácido salicílico), que son los que disuelven los enlaces que forman las células muertas y hacen que se desprendan.
Por ello actúan en menos tiempo y no es necesario que frotemos demasiado cuando los apliquemos en la piel. Ese es el motivo de que sean productos menos agresivos, ya que actúan respetando más la dermis, pero sin por ello dejar de lado su capacidad de conseguir una perfecta limpieza.
En definitiva, es la alternativa adecuada para todo tipo de dermis. Quizá las más grasas necesiten algo más fuerte y acudir con cierta frecuencia a los mecánicos, pero las sensibles o quienes padezcan problemas de dermatitis se verán beneficiadas por este método eficaz, aunque delicado.
¿Con qué tipos nos encontramos y para quiénes son adecuados?
Dentro de esta gran categoría, existen diferentes clases, que tienen características propias que, por tanto, las harán más adecuadas a unas clases de piel que a otras.
–AHA, que está elaborado a través de ácidos alfahidróxidos, que se obtienen a través de sustancias naturales como leche, frutas, almendras o caña de azúcar.
Algunos de los más relevantes son el ácido láctico (que es un excelente humectante, por lo que es el mejor para pieles secas), el málico (aumenta la firmeza y aporta una gran luminosidad) y el cítrico (con grandes ventajas antioxidantes).
Debido a que logran sanear la piel y dejarla suave, es el más adecuado para las dermis más sensibles e incluso para quienes tengan problemas de sequedad.
Asimismo, evitan la deshidratación, reduce el envejecimiento prematuro y cura las heridas causadas por los rayos directos del sol.
Sin embargo, no es conveniente tampoco abusar de ellos porque generan hipersensibilidad al sol si lo usamos de forma prolongada. Por tanto, no te olvides de utilizar un protector solar potente si los estás utilizando.
–BHA. Con sus ácidos betahidróxidos obtenidos de la corteza de sauce, se liberan los poros y se combate el acné de manera eficaz, evitando también que se produzca en primer lugar.
Encima, cuenta con beneficios antibacterianos y antiinflamatorios que acaban con las espinillas, los puntos negros, las manchas y la irritación.
El más famoso es el ácido salicílico, que es el que más conviene a las pieles mixtas, puesto que nutre ligeramente sin aportar grasa al mismo tiempo que exfolia a la perfección.
Aunque debes saber que en ningún momento estos cosméticos te aportarán una gran hidratación, a pesar de que su buena solubilidad en aceite logra que penetre en profundidad en la dermis.
Por tanto, estos productos son más adecuados para las dermis grasas o con tendencia acneica, ya que logrará reducir la presencia del sebo sin irritarlas, y para quienes tengan problemas de pigmentación o quieran reducir las cicatrices o las manchas.
–PHA, provienen tanto de la leche como del azúcar, que es de dónde se extraen los polihidroxiácidos que los forman. Como consecuencia de este origen, sus moléculas son bastante grandes.
El resultado es que actúan con gran eficacia en poco tiempo. Pero, a pesar de lo que pueda parecer, son aptos para dermis delicadas, ya que actúa sobre los eczemas, la inflamación y las rojeces, reduciendo su presencia.
A su vez, son beneficiosos para pieles maduras porque aumentan la presencia de colágeno, lo que permite recuperar la flexibilidad perdida y, gracias a eso, aportarle firmeza al rostro.
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¿Cómo aplicarlos?
A la hora de extenderlos, dependerá mucho del tipo de producto, por lo que es imprescindible que te fijes mucho en las especificaciones de cada cosmético en concreto. Más allá de esto, conviene, como siempre, tener en cuenta una serie de pautas.
La principal es que solo lo utilices sobre el cuerpo previamente limpio y seco y, sobre todo, que aproveches el momento posterior a la ducha, ya que la humedad hará que el tratamiento sea menos agresivo y que penetre mejor. Después, debes fijarte en la frecuencia, como vamos a ver para terminar.
Hemos preparado un análisis completo sobre la aplicación de los exfoliantes aquí.
¿Cada cuánto debes usarlos?
Ya sabrás que la constancia es clave para conseguir grandes resultados, pero en el caso de los exfoliantes, es igual de importante que no te pases, porque un abuso del tratamiento podría deteriorar la barrera de protección natural de la piel.
Como suele ser el más recomendado para dermis delicadas, mi recomendación es que al principio utilices el cosmético cada quince días y, si ves que todavía la suciedad persiste, aumentes la frecuencia hasta una vez a la semana, pero nunca más.
Otra opción es que si tienes algunas áreas muy grasas, incidas más en ellas, tanto a la hora de aplicar el producto como en las veces que lo utilizas en esas partes concretas.
Con todo lo que hemos visto sobre el exfoliante químico, seguro que ya entiendes qué es y en qué se diferencia del mecánico, que resulta mucho más abrasivo. Por tanto, si quieres una limpieza buena pero delicada, confía en ellos y busca el tipo que mejor se adapte a tus necesidades.